Español de nacimiento, Gonzalo Guerrero (Huelva, España circa 1470- 1536) fue arcabucero en la toma de Granada y en las cruentas campañas europeas que dieron vida a los Tercios españoles (unidades consideradas de las legiones romanas).

Mientras Jerónimo de Aguilar se mantuvo fiel a su cultura y religión, Guerrero participó en enfrentamientos con las tribus enemigas y se destacó, entre ellos, por su astucia y dotes militares.
El padre del mestizaje se integró a la cultura maya, formó una familia y terminó siendo un importante jefe militar. Sus conocimientos de las tácticas militares ibéricas permitió a los mayas resistir el avance español por más de 20 años.
Pero quedarte a vivir con una tribu que hasta poco antes ni conocías, abandonar tu cultura, tu lengua, tu religión y todo tu estilo de vida, no es algo que a cualquiera se le ocurra en un plis-plas. A Gonzalo las circunstancias le ayudaron a tomar la decisión, primero, porque no estaba muy seguro de dónde se encontraba (en Chectmal, la actual Chetumal); segundo, porque no tenía acceso a un barco que le pudiese llevar de vuelta a Cuba y, tercero, una vieja razón: el amor, o algo que se le acercase (conveniencia, lujuria, etc.). Parece ser que al jefe de la tribu, Na Chan Can, le cayó tan bien Gonzalo que le ofreció la mano de su hija, la princesa Ix Chel Can, y este de buen gusto aceptó. De dicho matrimonio nacieron lo que históricamente podemos considerar, a falta de otros candidatos, los primeros mestizos, hijos de la relación entre un europeo y una americana. Se supone que Gonzalo e Ix Chel tuvieron tres hijos, aunque la primogénita tuvo que ser sacrificada en Chichen-Itzá para aplacar a los dioses que castigaban a los mayas con una plaga de langostas. No tenemos registros de los nombres de los vástagos, pero sí de que nacieron. Gonzalo fue ascendido a Nakom, una especie de líder entre los mayas, y completó su proceso de aculturación perforándose varias partes del cuerpo para colgarse pendientes y tatuándose a la usanza de su pueblo adoptivo.
Disciplinó a los indígenas, los adiestró en el manejo de las armas y la construcción de fuertes, trincheras y baluartes; así mismo, se casó y tuvo hijos con la hija de Na Chan Can, cacique de Chetumal.
Cuando Hernán Cortés llegó a las costas de Cozumel en 1519, el fraile Jerónimo Aguilar fue liberado y sirvió a Cortés como interprete en la península; no así Gonzalo Guerrero, que se negó a ser liberado y combatió, a lado de los mayas, contra las tropas españolas.
Guerrero dirigió, exitosamente, las campañas en contra de Francisco de Montejo, padre e hijo, en 1527 y 1535, respectivamente, con lo que frustró los planes de conquista y pacificación de Yucatán.
Murió en 1536, al defender a los mayas de las tropas del capitán Lorenzo de Godoy.
Hoy, Gonzalo Guerrero, es considerado como el “Padre del Mestizaje” y una estatua en su honor se levanta, paradójicamente, en el Paseo Montejo en Mérida.
El legado de Gonzalo ha sido objeto de muchas controversias durante los últimos cinco siglos. Para los españoles de su época, fue poco más que un traidor, mientras que para los habitantes de la península de Yucatán, fue y sigue siendo un héroe. En la ciudad de Mérida, casualmente al final de la Avenida Montejo, hay un monumento a Guerrero, y el himno del Estado de Quintana Roo, cuya capital es Chetumal, incluye una referencia a su admirado hijo adoptivo:
“Esta tierra que mira al oriente
cuna fue del primer mestizajeque nació del amor sin ultrajede Gonzalo Guerrero y Za’asil.”


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